Presente lo tengo yo

Un palito

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Periodismo
Noviembre 25, 2020 17:57 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

En cierta ocasión asistí a un desayuno con Carlos Fuentes. Nos contó que en España hizo una reclamación a los encargados de atribuir premios literarios como el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el de Alfaguara, etcétera. Sucede que los jurados han adquirido la costumbre de entregar el premio un año a un escritor de España, el siguiente a alguno de un país hispanoamericano, y así en forma alternativa.

-Yo les digo -comenta el autor de ’Aura’- que esa práctica no es equitativa, pues ellos son un país y nosotros 19.

Una veintena de países donde se habla el español... He ahí una realidad muy real. Muy imperial en tiempos de Carlos V, cuando en los dominios de España no se ponía el sol, salvo en los días nublados. Como se ve, España se adelantó a la globalización.

Deberíamos tener un sentimiento mayor de hispanidad. Los yanquis se han encargado de quitárnoslo, porque ellos quieren América para los americanos. Para los norteamericanos, that is. En cierta ocasión Joel Poinsett, embajador de Estados Unidos en México en los primeros años de la Independencia, ofreció un banquete en la Ciudad de México. Hizo adornar el salón con dos grandes retratos, uno de Washington y el otro de Cuauhtémoc. No quiso poner la efigie de Cortés, pues eso les habría recordado a los mexicanos la parte que tienen de españoles. España está en Europa, y los yanquis no querían nada de Europa en América. Lo sabría después Maximiliano.

En lo que se refiere al modo de hablar el español son muy interesantes las diferencias que se observan al viajar por los diversos países americanos. En Argentina, por ejemplo, casi no se habla nuestro idioma. Puede uno pasarse varios días en Buenos Aires y no reconocer una palabra. Si no tienes un diccionario de lunfardo estás perdido. Y si lo tienes estás más perdido aún. Haría una fortuna quien publicara las letras de los tangos de Gardel en traducción al español.

Cada nación le añade al habla un tono peculiar. En Costa Rica, por ejemplo, la ere se pronuncia a la inglesa. Un tico -es decir, un costarricense- pronuncia el nombre de su país exactamente como lo pronunciaría un norteamericano. Y ni qué decir de las palabras. Tienes que andar con tiento para no meter la pata, y armarte de prudencia para no reaccionar con beligerancia si te dicen cosas como la que me dijo a mí una señora en San José:

-Don Armando: usted es culero.

Pensé alarmado: ’¡Dios mío, ya se supo también acá!’. No: lo que la dama me quería decir es que en la lista de conferenciantes yo era el último, el encargado de cerrar el ciclo. En Costa Rica culero es el que va al final en una fila o una serie de algo.
Antes de mí habló una mujer muy guapa, de Perú. Al día siguiente mi amigo tico me dijo:

-Anoche la puse feliz. Le eché tres o cuatro palitos.

Pensé que estaba presumiendo, pero me equivocaba. Echar palitos significa allá decirle a alguien cosas bonitas, lisonjearlo. También a mí me dijeron cosas lindas. Es decir, me echaron lo mismo que a la peruana. Y yo no dije nada. Todo sea por la unidad hispanoamericana.


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