’ Un Dios de vivos ’


Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

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’ Un Dios de vivos ’
Religión
Junio 02, 2020 19:36 hrs.
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La Palabra de Dios

Miércoles. 3 de junio 2020


Memoria de San Carlos Lwanga y compañeros, Mártires


Primera lectura
2 Tm 1, 1-3. 6-12
Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, conforme a la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Cuando de noche y de día te recuerdo en mis oraciones, le doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura, como lo aprendí de mis antepasados.

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. El nos ha salvado y nos ha llamado a llevar una vida santa, no por nuestros méritos, sino por su propia determinación y por la gracia que nos ha sido dada, en Cristo Jesús, desde toda la eternidad. Esta gracia es la que se ha manifestado ahora con el advenimiento de nuestro salvador, Jesucristo, quien ha destruido la muerte e irradiado la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio, del que he sido nombrado predicador, apóstol y maestro.

Por este motivo soporto esta prisión, pero no me da vergüenza, porque sé en quién he puesto mi confianza, y estoy seguro de que él con su poder cuidará, hasta el último día, lo que me ha encomendado.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 122, 1-2a. 2bcd
R. (1a) En ti, Señor, tengo fijos mis ojos.
En ti, Señor, que habitas en lo alto,
fijos los ojos tengo,
como fijan sus ojos en los manos
de tu señor, los siervos. R.
R. En ti, Señor, tengo fijos mis ojos.
Así como la esclava en su señora
tiene fijo los ojos
fijos están en el Señor los nuestros
hasta que Dios se apiado de nosotros. R.
R. En ti, Señor, tengo fijos mis ojos.


Aclamación antes del Evangelio
Jn 11, 25. 26
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor;
el que cree en mí no morirá para siempre.
R. Aleluya.


Evangelio
Mc 12, 18-27
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: ’Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió, para darle descendencia a su hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete’.

Jesús les contestó: ’Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados’.

Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Reaviva el don de Dios
Pablo se dirige a Timoteo, con esta expresión: ’reaviva el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos, porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio’.

Muchos miedos se han desatado en nuestro inconsciente con la pandemia del Covi-19; muchos nos han dejado, otros muchos han superado la enfermedad, y otros nos hemos confinado en casa con nuestras familias salvándonos de un contagio.

Ahora, en las diversas etapas de desescalada en la que el mundo se desenvuelve camino hacia una llamada: ’nueva normalidad’, es el momento de REAVIVAR EL DON DE DIOS. Mucho podemos depositar nuestra fe en Dios, y más que llenarnos de cobardía, podemos pensar en el cuidado de Dios. Poner nuestro corazón en clave de agradecimiento por habernos cuidado en estos tiempos duros que nos ha tocado vivir. Poner también nuestro corazón en la confianza en Dios, para que nos siga cuidando.

Podemos hacernos esta pregunta: ¿Por qué hoy sigo con vida? Hay una razón de fe. Dios nos ha querido cuidar. Todavía no ha llegado nuestro tiempo. De él son las coordenadas del tiempo, y la llamada a la vida eterna.

Pablo se autodenomina en esta carta: ’apóstol de Cristo Jesús, por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo’. Tenemos desde ahora, en este enclave que la vida nos ha puesto, el mismo deber que Pablo. Hemos de anunciar la promesa de vida que hay en Cristo. De Él hemos recibido gracia tras gracia. Ahora nos toca levantarnos, alentar a los caídos, mostrar la misericordia de Dios como brazos suyos que somos. Ahora nos toca cuidar al débil, al que lo necesita, dar de comer al pobre, vestir al desnudo, y generar recursos, para que aquellos hermanos que se han quedado sin trabajo no queden solos. Eso es reavivar el don de Dios en nuestras vidas.

Un Dios de vivos
Los saduceos, que no creen en la resurrección, hacen una pregunta a Jesús sobre una mujer que se ha casado con siete hermanos, habiéndose quedado viuda siete veces. A la muerte de la mujer, se preguntan de quién será esposa ahora en la vida eterna.

Jesús les hace ver la mala comprensión que tienen de Dios, y de las Escrituras. El matrimonio es una institución para esta vida, no lo es para la vida eterna. Nadie se casará.

Un tema peliagudo el de la resurrección de los muertos. Porque de alguna manera, queremos imaginar cómo será la vida eterna, y pedimos a Dios con quién queremos estar y con quién no. Lo que es cierto es que los muertos ya quedan de la mano de Dios. Es el ahora del tiempo de Dios.

Pero, como manifiesta Jesús, Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Él nos pide fe y adhesión. Me pregunto si la cuestión de los saduceos no es una justificación para eludir la responsabilidad de profundizar en la fe en el Cristo de la vida.

Podemos percibir en el evangelio que la pregunta de los saduceos carece de sentido del dolor, del luto, de la despedida, de la fractura humana que se produce cuando alguien cercano a nosotros fallece. Y la suerte de los difuntos no es lo primordial. A ellos, que ya están descansando, hay que dejarlos en manos de Dios. Lo principal es cómo consolar, y ser las manos y la voz del consuelo de Dios, para los que han sufrido una pérdida importante en sus vidas. Por eso, Jesús incide en que Dios es un Dios de vivos. No podemos dejarlos en la soledad. Con un corazón quebrado, es más difícil ver a Dios en la vida. Es necesario, ponernos en el camino del doliente, y reavivar en ellos la esperanza y el don de Dios.

Oremos, por cuantos han perdido a sus seres queridos, y no han podido despedirse por motivos de esta pandemia. Que el Señor los consuele en su soledad y reavive su esperanza.

Fray Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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